Cuando finaliza una boda, a los novios les gusta recordar desde el día siguiente los mejores momentos de ella, y nada mejor que a través de fotografías y video.
Cubrir visualmente una boda ya no es un lujo como en tiempos de los tatarabuelos, y a las fotos se une el vídeo digital en calidad DVD.
¿Qué se ha de pedir a un buen fotógrafo? Tres cosas: que capte todos los momentos principales y explicativos de la boda, que no estorbe ni monopolice, y tercero, que las fotografías estén bien hechas y hablen por si solas.
Que capte todos los momentos importantes es algo fundamental, pero no debe hacer sólo las 20 fotos clásicas con los momentos claves de la ceremonia, los posados de invitados con novios, y los de los novios solos. Debe captar cada momento especial y espontáneo, las miradas, las risas, los gestos, las anécdotas, los nervios, etc.
El segundo requisito es que no entorpezca ni monopolice. El fotógrafo ha de fotografiar la boda, no la boda posar y detenerse ante el fotógrafo. Por consiguiente, se ha de huir de aquellos fotógrafos que retienen a los novios, que les mandan parar en cada momento y retrasan el guión del día. La viveza, dinamismo y flexibilidad deben exigírsele.
Y por último, las fotografías deben estar bien hechas, captar nítidamente los detalles, bien enfocadas, con buenos ángulos de cámara.
Para elegir al fotógrafo hay que visitar varios, mirar sus books, pedir opiniones a otros novios ya casados y establecer lo que se quiere y lo que el fotógrafo puede ofrecer más allá de promesas baratas.
Una vez elegido, se ha de establecer un guión previo, imponiendo como debe trabajar, y lo que debe captar, exigiendo que no se limite a cumplir meramente un trámite.
Las fotografías pueden ser en blanco y negro, consiguiendo un toque romántico y nostálgico, o en color, mostrando la viveza de la boda.
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